A
veces me gusta caminar por mitad de la calle cuando vuelvo a casa una noche
cualquiera. Las farolas iluminan mis pasos con esa luz anaranjada que de vez en
cuando se ve acompañada por los faros de un coche que tuerce a la derecha. Esa sensación de no seguir
el camino pautado, de “dominar” el mundo y literalmente caminar sobre el
pasado, que es todo aquello que dejamos atrás, sea hace mil años o cinco
segundos, me reconforta y me reconcilia con el universo. Además es algo que
prefiero hacer solo, puede parecer una estupidez pero me resulta un momento tan
personal que me sentiría incómodo si alguien me contemplara haciendo aquello,
salvo que esa otra persona fuera capaz de caminar al unísono sin preguntar ni
cuestionar esta absurda costumbre y tan solo dejarse llevar.
A veces escribo a las dos de la mañana para
demostrar que el ser humano es maniático por naturaleza. Algún día os contaré
lo del felpudo del portal, pero sólo si la musa viene a guiarme sobre otra hoja
en blanco como esta. Buenas y absurdas noches.