Gracias a Carlos M. Duarte por este fiel testimonio que me ha removido por dentro. Os recomiendo que os acerquéis a sus líneas y lo leáis con atención en cuanto podáis.
Eran pocos, muy pocos, incluso menos, el cincuenta por
ciento de pocos. Callados, en una esquina de sus cada vez más grises casas y
calles, gritando sin ganas, derramándose por dentro. El mar como camino
incierto, mejor que un bosque esquilmado cada vez más lleno de alimañas donde
sobrevivir significa matar, donde cantar suena a frivolidad y decir la verdad
una ilusión utópica y desalmada. De nuevo los pocos. Esos pocos que quedaron se
vieron encadenados, promesas y metas fantásticas movían sus manos y pies, mas
dejaban sus bocas cerradas e inertes.
Los juramentos fueron quebrantados, pero
por ser lo único, aquellos permanecieron, ante la esperanza de que un día
fuesen compensados. De nuevo gritaron, aullaron y razonaron, y la respuesta fue
un balonazo, “conformaos con eso, que al menos vosotros podéis entreteneros”,
zafia mentira, hipocresía pura, escupitajos bien elaborados.
Llegó un día que
ni aquello fue bastante, y las voces fueron cada vez elevándose a mayor
altitud, pero sin llegar a alcanzar aquellos tronos de marfil rodeados de
burbujas de placer, incomprensión, y total desconexión. Pronto un día vendrá,
que ni los pocos ni los muchos soportarán más miradas por encima del hombro, y aunque
primero salten aquellos, una vez que el relámpago sea trueno, el resto, como una
tormenta, se desatará rápida e incontenible, pues todos son lo mismo y estómago
y corazón se diseñaron igual para todos.
La chispa está a punto de alcanzar la
mecha, todos los saben pero nadie se atreve a hablar de ello, en espera de que
cambie el rumbo, en espera de que su dolor se tenga en cuenta, en espera de que
actúen como humanos, y no como hienas. Y sin embargo, en este caso, parece que
quien espera, desespera.
Santander, 05-10-2012
Gracias por compartirlo, porque como bien dices... "revuelve por dentro" y hace pensar... pensar y... volver a pensar. ¡Un saludo!
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